El Hombre De Nieve

Cuento: El hombre de nieve - Haruki Murakami

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“El futuro no me interesa en lo más mínimo. A decir verdad, en mí no cabe el concepto de futuro. Porque en el hielo no existe el futuro. Sólo contiene el pasado, y lo contiene cerrado de manera hermética. Dentro de él existe la totalidad de las cosas, nítidamente selladas como si estuvieran vivas. El hielo es capaz de conservar muchas cosas de esta forma. De una manera limpia y clara. Ésta es la función del hielo, su esencia.”

“Yo no tengo pasado. Yo conozco el pasado de todas las cosas. Conservo el pasado de todas las cosas. Pero en mí no hay pasado.”1

Estos son algunos extractos del cuento de una mujer que se enamora de un hombre de nieve.

Un enfoque reducido de la trama sugeriría el relato sobre un hombre de nieve y de lo enigmático de su ser, de su esencia sombría y letárgica, de lo improbable del encuentro, de su propia inverosimilidad. Pero el relato es todo menos eso. Es sobre ella, de cómo se empecina en una relación rechazada por su círculo, del apego y de la rutina. Una historia sin fin y aun así lamentable.

“En el hielo no existe el futuro. Sólo contiene el pasado, y lo contiene cerrado de manera hermética”. Estas palabras aún resuenan en mi cabeza, y solo pienso en ellas como una suerte de conclusión dantesca. Y es que no me es ajena esa sensación de rigidez, de que no hay un futuro, de que todo cuanto se es, es una acumulación de vivencias que convergen a hoy. ¿Despertaré?

Se presenta, inerme, la posibilidad de un último viaje, uno sin retorno: ‘una casita en el Polo Sur, de donde no hay retorno porque el crudo invierno durará mucho tiempo y ya no vendrán ni barcos ni aviones’. Nos hacemos a la idea de quedarnos y no salir porque se ha vuelto habitual.

Al final todo es acerca de aferrarse a ideas caducas y objetarse la vida misma.

Murakami posee esta exquisita forma de esgrimir y cuestionar, de transportar y aterrizar. Su estilo se eleva, pero no súbitamente, por el contrario, se administra en pequeñas dosis con las que uno levita en una visión nítida de su imaginario. Solo es posible regresar cuando se terminan las letras.